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Los mejores autores hispanos.doc
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Trabajo con el texto:

Razone:

  • ¿De qué rasgos humanos se ríe el autor en este relato?

  • ¿Qué piensa Vd. sobre la pareja como „yerno (зять) — suegra“? 05^ 120

W. Fernández Flórez

Wenceslao Fernández Flórez (1885—1964) nacido en la Coruña, es uno de los más populares novelistas de España del primer ter­cio del siglo XX. Como obras más significativas destacan El secreto de Barba azul, Las siete columnas, El Bosque Animado, Relato inmortal. Sus novelas fueron llevadas al cine en numerosas ocasiones:

YO Y EL LADRÓN

(relato humorístico)

Jj el señor Garamendi se marchó a U.CIIIU.U veranear me dijo:

  • Hombre, usted que no tiene nada que hacer, présteme el favor de echar, de cuando en cuando, un ojo a mi casa.

No es cierto que yo no tenga nada que hacer, y el señor Garamendi lo sabe perfectamente; pero él opina que cuando uno no sale a veranear, en casa puede dedicarse totalmente al descanso.

Me limité a preguntar:

  • ¿Qué entiende usted exactamente „por echar un ojo“?

  • Creo que está bien claro — contestó de mal humor.

  • ¿Debo pasar por las habitaciones de su casa con un ojo abierto, mirando los muebles, en los...?

  • ¡No! ¡Qué tontería! Quiero pedirle sólo que pase algún día frente al edificio y vea si siguen cerradas las persianas y que le pregunte al portero si hay novedad y hasta que suba a probar la puerta. Usted no sabe nada de estos asuntos, pero en el mundo hay muchos ladrones, y entre los ladrones existe una variedad que trabaja especialmente durante el verano, y es a la que más temo. Se enteran qué apartamentos han quedado sin amos, y los roban sin prisas y cómodamente. Algunas veces se quedan allí dos o tres días viviendo, dur­miendo en las magnificas camas de los señores, eligiendo lo

121 Rr que vale y no vale la pena de llevarse. No hay defensa con­tra ellos. La primera noticia que se tiene es el desorden que se advierte en la casa al volver el amo, pero ya es tarde y lo robado está mal vendido o bien oculto.

  • Bueno,—dije — pues, echaré ese ojo.

La verdad es que no pensaba hacerlo. Garamendi abusa un poco de mi desde que me hizo dos o tres favores que él recuerda mejor que yo. (Luego..., luego me irrita con sus gabanes, con sus gafas, con su vientre, con sus muelas de oro. Cuando descubro un nuevo defecto en él tengo un placer ínti­mo. Esta vez le encontré pusilánime.

¡Tener miedo a los ladrones! Yo no creo en esto.

Pasaron unos días. Estaba andando por las calurosas calles. Me recreé en el calorcito de Madrid, me senté en algu­nas terrazas, recordé mi niñez volviendo a ver viejas pelícu­las que los cines ponen a bajo precio en estos meses, y una tarde que estaba más ocioso que nunca recordé de repente: „¡Anda! Pues no he pasado ni una sola vez ante la casa de Garamendi!“.

  • únicamente — lo aseguro — para poder dar mi palabra de honor que había cumplido mi encargo, aproximé lenta­mente mi mano al teléfono y marqué su número. Oí el ruido del timbre, que sonaba en la desierta vivienda del ver­aneante.

  • ¡Trr! ¡trr! Y ... nada más.

De repente una voz apagada, desconocida llegó por el hilo:

  • ¡Diga!

  • ¿Cómo „diga“? — exclamé extrañadísimo —. ¿No es esa la casa del señor Garamendi?

  • Sí, sí. ¡Es aquí! ¿Cómo está usted?

Me quedé estupefacto.

  • Oiga, — dije — ¿me hace el favor de decirme que está haciendo?

Un silencio.

  • ¿No será usted un ladrón?

Nueva pausa.

  • Si es usted un ladrón, no me lo niegue — exigí.

122

  • Bueno — dijo la voz, un poco ronca —. La verdad es que, en efecto, soy un ladrón.

  • Pues el señor Garamendi me encargó al marcharse vig­ilar su casa. ¿ Y qué le digo entonces?

  • Puede usted contarle lo que sucede — contestó la voz un poco acobardada.

  • ¡Bonita idea! — protesté —. ¿Cómo voy a confesarle que estuvimos dialogando? Por lo menos, si usted no hubiera cometido la estupidez de contestar.

  • Fue un impulso espontáneo — se disculpó —, estaba aquí junto al teléfono; sonó y maquinalmente me puse a hablar. Yo también tengo teléfono, y sabe la costumbre ...

  • ¡Vaya un conflicto!

  • Crea usted que lo siento de veras.

  • Claro que si le pido que deje ahí todo y vaya a entre­garse a la Comisaría más próxima...

  • No, no lo haría... ¿Para qué engañarle?

  • Al menos, dígame ¿se lleva usted mucho?

  • No hablemos de eso: una porquería. Perdone si le ofen­do, pero ese amigo de usted no tiene nada con que uno pueda hacer fortuna.

  • ¡Hombre, no me diga..! La escribanía de plata es muy valiosa.

  • Ya está en el saco, y unas pequeñitas joyas y el puño de oro de un bastón y dos gabanes de invierno. Nada, no es negocio.

  • ¿Vio usted una bandejita de plata que debe estar en el comedor, con unas flores en relieve?

  • Sí.

  • ¿Está en el saco?

  • No. Las otras, sí; pero ésta no es de plata, sino de metal blanco.

  • Bien, pero no negará que es bonita.

  • No vale nada.

  • Llévesela usted.

  • No quiero.

  • ¡Llévesela! ¿No comprende que si la deja van a darse cuenta de que no es de plata? Y... se la he regalado yo. Llévesela.

  • En fin... por hacerle un favor; pero sólo me servirá de estorbo.

  • ¿Ha recorrido ya toda la casa? Yo no conozco más que el despacho. Creo que está bien amueblada, ¿no?

  • ¡Psh! Muchas pretensiones, poco gusto. Debe tratarse de un caballero avaro.

  • Es triste, pero no lo puedo negar. Y también es cierto que carece de gusto.

  • Yo tengo costumbre de visitar casas bien amuebladas, y le aseguro que ésta no es de las mejores.

  • ¡Vaya, señor! Siempre me pareció que Garamendi pre­sumía demasiado. Ahora que... la alcoba de la señora ... de ésa sí que dicen que es un estuche, ¿verdad? Garamendi afir­ma que le costó una fortuna. ¿Cómo es?

  • No me fijé en detalles... ¿Quiere que vuelva a ver?

  • ¡Oh, por dios! No vaya a creer que me gusta chismear.

  • Lo que encontré allí fueron pieles bastante buenas.

  • Lo creo. Tiene una capa de zorro.

  • Está en el saco. Y un gabán de cebellina.

  • Sí, eso vale más; pero también es más llamativo. Lo envidiable es la capa de zorro.

  • ¿Le gusta a usted?

  • Le gustaba a Albertina... una amiga mía. Un día vimos a la señora de Garamendi con su capa, y Albertina no habla de otra cosa. Creo que me quiere menos, porque piensa que nunca podré regalarle unas pieles de zorro, como éstas.

  • ¿Quién sabe? No hay que perder el ánimo.

  • No... nunca; es bien seguro...

  • Oiga... señor.

  • Dígame.

  • Si usted me permite, yo tengo mucho gusto en ofre­cerle esas pieles.

  • \Qué disparatel

  • Nada... Me ha sido usted simpático, y...

124 €"*0

  • Pero... ¿cómo voy a consentirá ¿Va usted a quedarse sin ellas por mi culpa?

  • No se preocupe. Yo ya tengo las otras y no va a ser uno más pobre.

  • \Eso sí que no\

  • Bien, pues entonces se las ofrezco a Albertina. Ahora no podrá usted negarse. Piense en la alegría que tendrá...

  • Sí, eso es cierto...

  • ¿A dónde se las envío?

Le di mi dirección.

  • ¿Quiere que le mande algo más?

  • Nada más y muy reconocido. Que termine „eso“ con suerte.

  • Gracias, señor.

gabán — пальто pusilánime — малодушный ocioso — праздный, без дела me quedé estupefacto — я ос­толбенел

acobardado — оробевший si usted no hubiera cometido la estupidez — если бы вы не совершили глупость... lo siento de veras — я в са­мом деле сожалею escribanía — письменный прибор

consentir — позволять me servirá de estorbo — бы­ло бы мне лишним грузом presumir — разглагольство­вать

es un estuche — это — про­сто конфетка

chismear — судачить, злосло­вить

capa de zorro — лисий палан­тин

¡Qué disparate! — Что за глу­пость!

Eso sí que no — Никогда в жизни

I

TRABAJO CON EL TEXTO:

Conteste las siguientes preguntas:

  1. ¿Cómo reaccionó el protagonista a la petición de Garamendi?

  2. ¿Respeta Garamendi al protagonista?

  3. ¿Qué le hizo al protagonista llamar por teléfono a casa de Garamendi?

  4. ¿Se afligió (расстроился) mucho el protagonista al enterarse de que en casa había un ladrón?

  5. ¿Por qué tenía tantas ganas de que el ladrón se llevara (унес бы) la bandejita con unas flores en relieve?

  6. ¿Cómo le dio a comprender al ladrón que quería obtener la capa de zorro de la señora Garamendi?

II

Razone:

  • ¿De qué rasgos humanos se ríe el autor en este relato?

  • ¿ Cómo conviven en el mundo dos fenómenos: el amor al prójimo

y la envidia?

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