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Los mejores autores hispanos.doc
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Miguel Ramos Carrión

Nació en 1847 en Zamora (España). Sus trabajos de más éxito son

Cada loco con su tema, La mamá política, Los sobrinos

del capi-tán Grant, La tempestad, La bruja, Agua, azu­carillos y aguardiente.

LA CARETA AZUL

(relato humorístico)

T™\ Silvestre de Mantecón se casó a los veinte

UUll años con la mujer que su padre le destinó desde niño; tuvo tres hijos, que, según opinión de una vecina suya, se murieron de puro feo los pobrecillos\ fue siempre a paseo con su esposa y su suegra, a quien llamaban mamá Gregoria y no cometió ni la más leve infidelidad en vein­ticinco años de matrimonio.

Pues tal era el hombre que tengo el honor de presentar a mis lectores, y que vive en la calle del Sombrerete, número 12, cuarto principal.

A las once de la noche, hora en que acostumbraba acostarse, un sábado del mes de febrero del año pasado, se hallaba don Silvestre despidiéndose de su esposa y de su mamá política.

  • Abrígate bien, Silvestre — le decía ésta —, no vayas a coger una pulmonía.

  • No se preocupe usted, mamá Gregoria — contestaba aquél, mirando tímidamente a su suegra, a la cual tenía más miedo que al demonio, y eso que era excelente católico.

  • Cómo te voy a echar de menos — le decía su esposa.

  • Esta es la primera vez que no paso la noche en casa ¡y tanto lo siento! — exclamaba don Silvestre.

  • después de dar un beso en la frente a su mujer y de decir a su suegra: „Que usted descanse“, salió de casa embozándose hasta los ojos.

¿Cuál era la causa poderosa que obligaba a don Silvestre a salir a la calle a horas para él completamente desusadas?

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.« Según había dicho a su suegra, la enfermedad gravísima de su jefe, al cual velaban por turno todos los subordinados y aquella noche le tocó a don Silvestre.

Pero esto fue sólo un vulgar pretexto para echar una cana al aire, proyecto que nuestro don Silvestre había acariciado mucho tiempo sin atreverse a ponerlo en práctica hasta que un amigo le decidió a ello, al regalarle un billete para el baile de máscaras que aquella noche había en el teatro de Apolo.

Felizmente, ni mamá Gregoria ni su esposa habían sospechado nada, y don Silvestre salió a la calle contento como un muchacho que hace novillos por primera vez y se dirigió al café donde su seductor amigo le esperaba. Cenaron juntos y bebieron jerez y coñac.

Don Silvestre perdió con la última copa el último resto de timidez, y salieron del café dispuestos a pasar una noche de aquellas que en sueños habían visto tantas veces...

El salón del teatro presentaba un aspecto deslumbrador. Cuando entraron los dos amigos se bailaba un vals, y el tor­bellino de parejas, y la luz, y el calor, y los gritos, y todo eso que sólo se encuentra junto en un baile de máscaras, sacó a don Silvestre de sus casillas.

Como para asistir decentemente a tal diversión era nece­sario vestirse poco menos que de etiqueta, y él no podía hac­erlo para velar a un enfermo, iba con gabán y camisa de color; pero con objeto de evitar que algún amigo lo viese y llegara la noticia hasta su esposa, se puso un dominó y una careta, y mucho más valiente disfrazado llegó a convencerse de que era todo un calavera y se lanzó en medio de los que bailaban, decidido a buscar pareja entre las beldades de toda especie con que tropezaba a cada tnoménto.

Al vals siguió una redowa, don Silvestre bailó con una beata, después con una cantinera y luego con la Madamme Pompadour. Pero ninguna de las tres quiso volver a bailar con él, porque les deshizo los pies a pisotones. Es que el feliz no había bailado nunca.

Llegó el intermedio, y su amigo le hizo subir a un palco donde otros cenaban.

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Don Silvestre bebió champagne, brindó a gritos que odi­aba a su suegra, tiró la careta, que le sofocaba, y se lanzó de nuevo al salón atropellando a todos y ya se disponía a invi­tar, para la polca próxima a una linda jardinera, cuando una mujer de buen porte, con capuchón de color de rosa y una careta azul le saludó llamándole Teodorito.

  • Yo no me llamo así, me confundes con otro — dijo don Silvestre.

  • \Tunante\ — dijo la máscara dándole en el brazo un pellizco muy dulce; ¿crees que no te conozco? Tú eres Teodorito García, vecino mío, que me has hecho señas muchas veces desde tu balcón.

Don Silvestre miró a la enmascarada y observó a través de la careta irnos ojos muy negros y muy vivos, y por debajo unas mejillas redondas y frescas con dos hoyitos y una boca graciosa que dejaba ver la dentadura blanca y menudísima. Al observar todo aquello dijo para sus adentros: „¡Pues, señor, conquista tenemos! Poco importa que me confunda con otro, ¡tanto mejor!“

  • un nuevo pellizquito de la desconocida acabó de decidirle, lanzándose con ella a bailar una polca.

La de la careta azul bailaba peor que don Silvestre; pero trotaron juntos, y al terminar aquel baile, deseoso a conocer a su pareja, la invitó a cenar.

Ella aceptó y cenó con extraordinario apetito, mientras don Silvestre, por tomar algo, bebía copitas de coñac.

Al final de la cena don Silvestre estaba fuera de sí. Interesado vivamente en conocer a aquella mujer, cuya con­versación le parecía deliciosa, y cuyos encantos físicos se adiv­inaban detrás del antifaz y bajo los anchos pliegues del capuchón, deseaba verle la cara. Pero ella no cedió:

  • Cuando salgamos del baile, me conocerás, Teodorito.

Esta era su contestación, y comprendiendo don Silvestre

que estaba decidida a quitarse la careta sólo fuera del teatro, le propuso retirarse antes que terminara el baile.

  • Te acompañaré a tu casa.

  • No hay inconveniente.

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  • Tomaremos un coche.

  • Me parece bien.

Don Silvestre se puso contentísimo. Alquiló una berlina, y cuando preguntó a su conquistada pareja las señas de su casa para indicárselas al cochero, ella dijo hablando por primera vez con su voz natural y quitándose la careta:

  • ¡Sombrerete, doce!

  • ¡Mamá Gregoria! — exclamó don Silvestre, y cayó des­mayado en el carruaje.

Hechos de esta naturaleza no necesitan comentarios.

^ VOCABULARIO:

se murieron de puro feo los pobrecillos —1 бедняжки умер­ли уродцами embozarse — укутаться echar una cana al aire — по­флиртовать на старости лет hacer novillos (здесь) убе­гать на первое свидание deslumbrador — ослепитель­ный

decentemente — прилично sacar de las casillas — выво­дить из себя

todo un calavera — настоя­щий Дон Жуан beldad — красавица con objeto de evitar que algún amigo lo viese — с це­лью избежать того, чтобы ка­кой-нибудь друг его увидел cantinera — буфетчица deshizo los pies a pisoto­nes — он (им) отдавил ноги atropellar — сшибать с ног de buen porte — приличного вида

tunante — плутишка, шалун pellizco — щипок no hay inconveniente — не имею ничего против berlina — экипаж desmayado — без сознания

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