- •Isbn 5-7611-0363-х © Издательство «Московский Лицей», 2003 © а. В. Чичин, 2003
- •Vicente Riva Palacio
- •Dolores Soler-Espiauba
- •Notas explicativas:
- •Trabajo con el texto:
- •Por amor al arte
- •Conteste las siguientes preguntas:
- •Razone:
- •Mi tio mario
- •Miguel Ramos Carrión
- •Trabajo con el texto:
- •Mario Benedetti
- •Expresiones:
- •Trabajo con el texto:
- •Isabel Allende
- •Vocabulario:
- •Isabel Allende
- •Trabajo con el texto:
- •Julio Cortázar
- •Razone:
- •Arturo Pérez-Reverte
- •Gabriel García Márquez
- •Trabajo con el texto:
- •Cuente lo que recuerda de:
- •Ordene estas frases según el texto:
- •Diga si es verdadero o falso:
- •Razone:
- •Arturo Pérez-Reverte
- •Un asunto de honor
- •El puticlub del Portugués
- •Un fulano cojo y un loro
- •El pato alegre
- •200 Cama, tumbándose a mi lado. Olía a jovencita, como pan tierno, y les juro por mi madre que me acojoné hasta arriba.
- •Llegan los malos
- •Trabajo con el texto:
- •Gabriel García Márquez
- •Cien años de soledad
- •Trabajo con el texto:
- •Vicente Riva Palacio
- •Nivel básico:
- •Nivel intermedio:
- •Nivel superior:
Miguel Ramos Carrión
Nació en 1847 en Zamora (España). Sus trabajos de más éxito son
Cada loco con su tema, La mamá política, Los sobrinos
del capi-tán Grant, La tempestad, La bruja, Agua, azucarillos y aguardiente.
LA CARETA AZUL
(relato humorístico)
T™\ Silvestre de Mantecón se casó a los veinte
UUll años con la mujer que su padre le destinó desde niño; tuvo tres hijos, que, según opinión de una vecina suya, se murieron de puro feo los pobrecillos\ fue siempre a paseo con su esposa y su suegra, a quien llamaban mamá Gregoria y no cometió ni la más leve infidelidad en veinticinco años de matrimonio.
Pues tal era el hombre que tengo el honor de presentar a mis lectores, y que vive en la calle del Sombrerete, número 12, cuarto principal.
A las once de la noche, hora en que acostumbraba acostarse, un sábado del mes de febrero del año pasado, se hallaba don Silvestre despidiéndose de su esposa y de su mamá política.
Abrígate bien, Silvestre — le decía ésta —, no vayas a coger una pulmonía.
No se preocupe usted, mamá Gregoria — contestaba aquél, mirando tímidamente a su suegra, a la cual tenía más miedo que al demonio, y eso que era excelente católico.
Cómo te voy a echar de menos — le decía su esposa.
Esta es la primera vez que no paso la noche en casa ¡y tanto lo siento! — exclamaba don Silvestre.
después de dar un beso en la frente a su mujer y de decir a su suegra: „Que usted descanse“, salió de casa embozándose hasta los ojos.
¿Cuál era la causa poderosa que obligaba a don Silvestre a salir a la calle a horas para él completamente desusadas?
117
.« Según había dicho a su suegra, la enfermedad gravísima de su jefe, al cual velaban por turno todos los subordinados y aquella noche le tocó a don Silvestre.
Pero esto fue sólo un vulgar pretexto para echar una cana al aire, proyecto que nuestro don Silvestre había acariciado mucho tiempo sin atreverse a ponerlo en práctica hasta que un amigo le decidió a ello, al regalarle un billete para el baile de máscaras que aquella noche había en el teatro de Apolo.
Felizmente, ni mamá Gregoria ni su esposa habían sospechado nada, y don Silvestre salió a la calle contento como un muchacho que hace novillos por primera vez y se dirigió al café donde su seductor amigo le esperaba. Cenaron juntos y bebieron jerez y coñac.
Don Silvestre perdió con la última copa el último resto de timidez, y salieron del café dispuestos a pasar una noche de aquellas que en sueños habían visto tantas veces...
El salón del teatro presentaba un aspecto deslumbrador. Cuando entraron los dos amigos se bailaba un vals, y el torbellino de parejas, y la luz, y el calor, y los gritos, y todo eso que sólo se encuentra junto en un baile de máscaras, sacó a don Silvestre de sus casillas.
Como para asistir decentemente a tal diversión era necesario vestirse poco menos que de etiqueta, y él no podía hacerlo para velar a un enfermo, iba con gabán y camisa de color; pero con objeto de evitar que algún amigo lo viese y llegara la noticia hasta su esposa, se puso un dominó y una careta, y mucho más valiente disfrazado llegó a convencerse de que era todo un calavera y se lanzó en medio de los que bailaban, decidido a buscar pareja entre las beldades de toda especie con que tropezaba a cada tnoménto.
Al vals siguió una redowa, don Silvestre bailó con una beata, después con una cantinera y luego con la Madamme Pompadour. Pero ninguna de las tres quiso volver a bailar con él, porque les deshizo los pies a pisotones. Es que el feliz no había bailado nunca.
Llegó el intermedio, y su amigo le hizo subir a un palco donde otros cenaban.
118 RD
Don Silvestre bebió champagne, brindó a gritos que odiaba a su suegra, tiró la careta, que le sofocaba, y se lanzó de nuevo al salón atropellando a todos y ya se disponía a invitar, para la polca próxima a una linda jardinera, cuando una mujer de buen porte, con capuchón de color de rosa y una careta azul le saludó llamándole Teodorito.
Yo no me llamo así, me confundes con otro — dijo don Silvestre.
\Tunante\ — dijo la máscara dándole en el brazo un pellizco muy dulce; ¿crees que no te conozco? Tú eres Teodorito García, vecino mío, que me has hecho señas muchas veces desde tu balcón.
Don Silvestre miró a la enmascarada y observó a través de la careta irnos ojos muy negros y muy vivos, y por debajo unas mejillas redondas y frescas con dos hoyitos y una boca graciosa que dejaba ver la dentadura blanca y menudísima. Al observar todo aquello dijo para sus adentros: „¡Pues, señor, conquista tenemos! Poco importa que me confunda con otro, ¡tanto mejor!“
un nuevo pellizquito de la desconocida acabó de decidirle, lanzándose con ella a bailar una polca.
La de la careta azul bailaba peor que don Silvestre; pero trotaron juntos, y al terminar aquel baile, deseoso a conocer a su pareja, la invitó a cenar.
Ella aceptó y cenó con extraordinario apetito, mientras don Silvestre, por tomar algo, bebía copitas de coñac.
Al final de la cena don Silvestre estaba fuera de sí. Interesado vivamente en conocer a aquella mujer, cuya conversación le parecía deliciosa, y cuyos encantos físicos se adivinaban detrás del antifaz y bajo los anchos pliegues del capuchón, deseaba verle la cara. Pero ella no cedió:
Cuando salgamos del baile, me conocerás, Teodorito.
Esta era su contestación, y comprendiendo don Silvestre
que estaba decidida a quitarse la careta sólo fuera del teatro, le propuso retirarse antes que terminara el baile.
Te acompañaré a tu casa.
No hay inconveniente.
Ü9 cpp
Tomaremos un coche.
Me parece bien.
Don Silvestre se puso contentísimo. Alquiló una berlina, y cuando preguntó a su conquistada pareja las señas de su casa para indicárselas al cochero, ella dijo hablando por primera vez con su voz natural y quitándose la careta:
¡Sombrerete, doce!
¡Mamá Gregoria! — exclamó don Silvestre, y cayó desmayado en el carruaje.
Hechos de esta naturaleza no necesitan comentarios.
^ VOCABULARIO:
se murieron de puro feo los pobrecillos —1 бедняжки умерли уродцами embozarse — укутаться echar una cana al aire — пофлиртовать на старости лет hacer novillos — (здесь) убегать на первое свидание deslumbrador — ослепительный
decentemente — прилично sacar de las casillas — выводить из себя
todo un calavera — настоящий Дон Жуан beldad — красавица con objeto de evitar que algún amigo lo viese — с целью избежать того, чтобы какой-нибудь друг его увидел cantinera — буфетчица deshizo los pies a pisotones — он (им) отдавил ноги atropellar — сшибать с ног de buen porte — приличного вида
tunante — плутишка, шалун pellizco — щипок no hay inconveniente — не имею ничего против berlina — экипаж desmayado — без сознания