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Conferencia 1 La prehistoria de la Península Ibérica

La Península Ibérica ha sido a lo largo de la Historia el escenario donde diversos pueblos y culturas han evolucionado hasta originar esta compleja realidad que llamamos España.

La prehistoria de la Península Ibérica, por falta de suficientes datos arqueológicos, carece de muchos detalles importantes. Se supone que en Iberia había dos núcleos de pobladores: el cántabro-pirenáico y el mediterráneo.

“A mediados del cuarto milenio antes de Cristo, grupos de agricultores orientales extienden las culturas aldeano-campesinas, el Neolítico, por las costas mediterráneas ibéricas. Su huella es seguida, mil años después, por colonizadores metalúrgicos, también orientales, que construyen (cultura de Los Millares, Almería) grandes sepulcros de piedra – llamados megalitos - , los cuales logran una gran dispersión geográfica. Se conservan magníficos ejemplares en Andalucía, como la Cueva de Menga (Antequera).

La cultura megalítica sería sustituida por la del llamado “Vaso Campaniforme”. Renacían en ella viejas tradiciones neolíticas locales a medida que la metalurgia dejaba de ser el monopolio de una élite dirigente.

A partir de 1700 a.C., nuevos pueblos procedentes de Oriente se instalan, como sus predecesores de Los Millares, en tierras de la actual provincia de Almería. Originan la cultura argárica: la primera cultura urbana de la Península y la primera en conseguir el bronce y la metalurgia de la plata.” (S.Quesada “Curso de civilización española”)

La actual Baja Andalucía y el Sur de Portugal fueron asiento posible de la legendaria civilización tartésica. “Las fuentes clásicas aluden con frecuencia a un lejano y misterioso imperio occidental que llaman Tartessos y sitúan más allá de las Columnas de Hércules, es decir, del Estrecho de Gibraltar. Los restos arqueológicos que han aparecido en el bajo valle del Guadalquivir permiten afirmar, efectivamente, la existencia en aquellos lugares de una cultura antiquísima, la primera entre las ibéricas que adoptó formas avanzadas de organización política, que sería resultado del contacto entre los pueblos autóctonos y los colonizadores fenicios y griegos. El pueblo tartésico habría vivido del monopolio del comercio del estaño y desaparecería bajo el poder cartaginés a finales del siglo VI a.C.” (ibid.) Los tartesos eran, probablemente, afines a los etruscos de Italia, pueblo procedente de Oriente. Se cree que de los tartesos descienden directamente las tribus ibéricas de turdetanos y túrdulos.

La iberización de la Península no alcanzó la zona del Norte, donde se fue desarrollando gradualmente la cultura vascuense que, por lo visto, constituía una síntesis de otras culturas anteriores de unos pueblos por ahora desconocidos. Según una hipótesis, los vascos (vascones) eran afines a los antiguos aquitanos. Según otra, los vascones llegaron a la Península desde Africa en la época paleolítica.

La historia del Centro y el Noroeste de la Península se presenta más oscura. En la actualidad va cobrando crédito la hipótesis de una inmigración ligur apoyada por la arqueología y toponimia. Los ligures eran un pueblo de origen mediterráneo (Italia) que llegaron a la Península a través del centro de Europa. Hay afinidades sorprendentes entre algunos topónimos españoles y los de las zonas indiscutiblemente ligures de Piamonte y Lombardía en Italia. Así son Langa, Berganza y Toledo (en Italia: Langa, Berganza y Toleto). En la parte septentrional de España abundan los nombres geográficos terminados en el sufijo ligur – asc: Viascón, Betascón, Piasca, Tarascón en las provincias de Santander, Lérida, Pontevedra, Orense.

Posterior a ésta fue otra invasión de procedencia continental: desde principios del primer milenio a.C., grupos de pueblos celtas, conocedores de hierro, venían instalándose en el norte peninsular. Los celtas, oriundos del Sur de Alemania, se habían adueñado de las Galias y a través de los Pirineos penetraron en Iberia. Las primeras tribus célticas que irrumpieron en la Península las fuentes las llaman beribraces (Григорьев В.П.. «История испанского языка»), (la invasión del denominado periodo de “campos de urnas”/ “захоронений в урнах”). Hacia el año 800 a.C. ocupan gran parte del territorio. Al mismo tiempo (principios del primer milenio), los fenicios y los griegos, pueblos históricos que poseían un alto grado de desarrollo cultural, tienen sus primeros contactos con las costas levantinas y meridionales. La segunda oleada de colonizadores celtas llegó a la Península en los años 600-500 a.C. Los arqueólogos correlacionan aquella colonización con la cultura de “cerámica excica”/ “битых черепков” (ibid.). A.Tovar opina que aproximadamente en la misma época se produce el contacto entre los iberos y los celtas (ibid.) “Los iberos ocupaban la actual Andalucía y las costas mediterráneas. Llegaron a cruzar los Pirineos, extendiéndose hasta la desembocadura del Ródano. El resto de la Península estaba ocupado por pueblos célticos, menos evolucionados culturalmente. El contacto entre ambas colectividades se produjo en Celtiberia, región cuyos habitantes explotaban el hierro de Moncayo y vivían en núcleos urbanos como Numancia (cerca de Soria)”. (S.Quesada, loc. cit.)

La Península Ibérica (Iberia es el nombre griego de la Península) se incorpora a la Historia universal como escenario de la rivalidad entre fenicios y griegos. Esta obra fue culminada por Roma, que implantó en Hispania (nombre romano de la Península) formas superiores de vida urbana y de civilización, vinculándola definitivamente a la cultura occidental.

Ambos pueblos (fenicios y griegos) se establecieron en las costas mediterráneas, y su influencia no alcanzó el interior ni el norte peninsulares. Fundaron en el Sur de Iberia muchas colonias y ciudades. Las colonias griegas en el Levante eran Lucentum/Lukentum (en el lugar de la actual provincia de Alicante), Rhode (hoy Rosas), Emporión1 (hoy Ampurias). Cádiz (Gades) fue fundada por los fenicios, según la tradición, el año 1100 a.C. (posiblemente, en el lugar de Tartessos). Los cartagineses o púnicos, fenicios de Cartago - ciudad fundada el año 814 a.C. - desplazaron a sus hermanos en el Mediterráneo occidental y recluyeron a los griegos en Ampurias. A los cartagineses se les debe la fundación en el año 221 antes de la nueva era de Cartago Nova (hoy Cartagena); esta ciudad fue edificada por Asdrúbal en el lugar de la ciudad ibérica de Массия.

LAS LENGUAS PRERROMÁNICAS

Aún los griegos afirmaban que entre los naturales de la Península no existía unidad lingüística. En el Centro, el Oeste y el Norte las inmigraciones indoeuropeas dieron como resultado la extensión de las lenguas precélticas (ligures) y célticas. En el Sur los iberos, descendientes de los antiguos tartesos, tenían su propia lengua y, además, allí llegó a haber núcleos de población púnicofenicia que conservaron su lengua hasta la época imperial romana.

“A la llegada de los romanos, por quienes serían absorbidos y definitivamente civilizados, los pueblos autóctonos peninsulares, los iberos, no se sentían miembros de una comunidad superior a su ámbito local. Los separaban numerosas diferencias lingüísticas y variadas formas de cultura material y de religión” (S.Quesada, loc. cit.) Los iberos conocían la escritura derivada de la grecofenicia. M.Gómez Moreno descubrió dos variedades del alfabeto ibérico: la del Norte (el alfabeto propiamente ibérico que él mismo llegó a descifrar), y la del Sur (el alfabeto tartésico que no ha podido ser descifrado todavía). Los pueblos que habitaban Iberia transformaron el alfabeto; la escritura “ibérica” la usaban también los lusitanos, los celtíberos y, probablemente, los celtas. (Las últimas inscripciones en ibérico datan de los primeros años de la nueva era). Sin embargo, la conquista romana puso fin al proceso de unificación de la escritura en la Península. La Península aceptó el latín olvidando sus idiomas primitivos, excepto la región vasca que conservó el suyo. No obstante aquella lengua no pudo permanecer al margen de la civilización que trajeron los romanos y asimiló en gran parte el enorme caudal de voces latinas. Los vascos incorporaron a su idioma muchas palabras latinas transformándolas hasta adaptar a su peculiar fonética:

P.ej. errege (esp. rey del lat. rex,regis); tipula (esp. cebolla del lat. caepulla, dimin. de caepa); pake (esp. paz del lat. pax, pacis).

Respecto al origen de la lengua vasca se han indicado varios hipotéticos parentescos: según una de las teorías el vascuense es de procedencia africana y presenta significativas coincidencias con las lenguas camíticas del Norte de Africa (beriber, copto, cusita, sudanés), según otra – apoyada en la semejanza de la estructura gramatical – el vasco tiene un origen común con las lenguas caucasianas. La otra hipótesis existente no es sino una teoría de compromiso, o sea, que el vascuense se considera de origen caucasiano, pero se precisa que más tarde incorporó numerosos e importantísimos elementos de las lenguas camíticas.

Las lenguas antiguas de Iberia aunque no sobrevivieron cediendo ante el latín, influyeron considerablemente en él aportándole (comunicándole) rasgos que antes desconocía. Algunos de ellos se conservan en el español actual. Estos rasgos o peculiaridades del castellano que él debe a las influencias de los idiomas de la época prerromana y que lo distinguen de otros romances suelen llamarse substratos (sustratos).

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