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Hoja sagrada

Margarita Terán Gonzalez, ex dirigente de una organización de mujeres del Chapare, procesada varias veces por sus supuestas participaciones en atentados sobre policías de la zona declara que la hoja de coca es una hoja sagrada que da la vida a todas las familias del Trópico de Cochabamba y también a otras zonas de Bolivia.

Por su lado, Eduardo Lima, secretario general de la Central de Chipiriri opina “La hoja de coca es desde nuestros ancestros, siempre ha existido, es lo que siempre hemos cultivado, es el sustento de la familia, se cosecha, se cambia por otros productos para consumo”.

Aunque en las bases cochabambinas, incluso en una canción que suena en la zona se escucha “coca no es cocaína”, la hoja de coca es criminalizada desde otros sectores bastantes más poderosos.

A pesar que ya en el año 1998, la Organización Mundial de la Salud (OMS) difundió un documento sobre la hoja de coca como un agente anestésico, analgésico, astringente, carminativo, depurativo, digestivo, diurético y estimulante y a este se les suma otros informes positivos a cerca de sus propiedades, estos no son absorbidos por los discursos legales que funcionan en la Guerra contra las Drogas, que no inocentemente intentan confundir la coca con la cocaína, satanizándola y dejando afuera sus propiedades como planta medicinal y legado cultural inalienable.

Las plantaciones pueden erradicarse, no así los hábitos culturales y cotidianos de un pueblo, ni las memorias de placeres y pérdidas.

Una niña que sale de la escuela por uno de los caminos de tierra del Chipiriri relata sus desencuentros con la hoja de coca, sus recuerdos de la erradicación, su padre campesino aún preso, y no muy segura explica que la hoja de coca no es una droga, pero sabe que su padre está en la carcel por trabajar en un chaco.

“El Trópico de Cochabamba permanece en paz”, puede escucharse entre quienes la habitan y realmente puede respirarse eso entre los discursos que cuentan los horrores, los asesinatos, la violaciones constantes a los derechos humanos por los que han pasado lo últimos años.

Si se entiende por paz que en la primera vista por estos días, no se detecten manchas de sangre, ni grandes cantidades de policía armados. Surge el interrogante si es que hay paz cuando hay tanta pobreza, si hay paz cuando los militares realizan erradicaciones forzosas a la madrugada, como consecuencia de la ley 1008, un poco mal inventada, un poco mal ejecutada, y dejan sin sustento a muchas familias, a las que nadie brinda una respuesta eficaz.

Y de esta forma también se perpetúa la pobreza, la vulnerabilidad extrema, la exclusión, el no acceso a servicios básicos, muchos niños no escolarizados, la reproducción de enfermedades que podrían prevenirse.

Entre tanta pobreza, el país se vuelve más rico, si sabe el gusto de la coca. Pero en el Trópico de Cochabamba, funcionarios, policías y campesinos aseguran que han bajado los índices de producción de la misma en la zona.

Política fracasada

Eduardo dice que los proyectos de desarrollo alternativo para la sustitución de las “plantaciones prohibidas” por otros cultivos, perjeneados y finaciados por los Estados Unidos, nunca han dado resultado, por lo que la vida para las familias campesinas se complica aún más.

Estos proyectos no han llegado en un 100 % a la comunidad

Margarita da fe que existen algunos proyectos de este tipo en el Chapare pero que no rinden los frutos esperados porque no hay mercados primarios donde vender. ”Si hubiera un mercado primario, yo creo que los compañeros y compañeras podrían dejar de sembrar coca”.

Sin embargo, aunque resulta más complicado que antes encontrar en el Chaparé plantaciones de coca abundantes, existen varias que conviven con sus hermanas bastardas, las plantaciones de palmitos, piña, etc., hijas del fracaso de los proyectos de desarrollo alternativo impulsados por el gobierno.

La coca ha hecho crecer a esta zona, en solidaridad entre familias, en el fortalecimiento de las organizaciones sindicales, en la generación de un gran movimiento que por momentos logra presionar fuertemente. El consumo de hoja de coca ha acompañado y ha aportado a la resistencia de los campesinos en sus largas huelgas de hambres, extensas caminatas, y otras luchas por los derechos más básicos, aquellos de primera generación.

Los campesinos organizados han creado gran capacidad para negociar con el gobierno y ahora tienen en sus manos múltiples alcaldías de la zona que intentan, aunque lentamente, el paso hacia una democracia participativa desde el reconocimiento pleno de las necesidades inmediatas de sus bases.

Pero toda esta lucha queda muchas veces boicoteada por historias de traición, peleas sectoriales, intereses económicos, con el límite constante impuesto desde Estados Unidos, que una vez más no permite el crecimiento propio de este país latinoamericano tan enaltecido por su cultura y sus deseables recursos naturales.

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