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Africa.versus.America

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A 18 de septiembre de 1509, se firmó el Tratado de Cintra, quedando zanjada la cuestión de términos, por la parte "de Boyador y de Ñon, donde comienzan las marcas y límites del señorío de Guinea". Pendiente la demarcación, desde los tiempos del Tratado de Alcaçobas, Manuel I, rey de los "Algarves de aquende y alende mar en Africa, señor de Guinea y de la conquista y navegación y comercio de Athiopia, Arabia y Persia y de la Yndia", quedó con la "costa de Berbería.., contra Guinea.., fasta el cabo de Boyador y de Ñom"[23], tanto por la parte de los "señoríos de Guinea y yslas, como por la ciudad de Çafi y castillos otros, que en aquella parte tienen"[24] los "moros". A cambio de adjudicarse un Levante, al que tenía dudoso derecho, por ser señorío de los Peraza castellanos, Portugal parece haber consintido en mudar los cabos. Siempre en nombre de Juana, reina de las Islas de Canaria, Indias y Tierra Firme del Mar Océano, Fernando renunció a las provincias del Cabo de Aguer, "hasta el dicho Cabo de Boyador y de Ñon", admitiendo "que en el medio de toda la dicha tierra y comarcas, no pueda ficar ningún derecho, actión ni razón", a la corona de Castilla. Generoso el portugués, permitió al suegro invadir el Vélez continental, "fasta los lugares de Melilla y Cazaza, con tal que hacia la parte de Ceuta", no pasase más allá del "límite de las dichas seys leguas" por la costa, "que fincan y quedan con el dicho lugar de Vélez, hazia la parte de Ceuta"[25].

Portugueses y castellanos podrían "yr y venir libremente.., a pescar y saltear y contractar en tierra de moros, por la dicha costa y surgir, de la manera que fasta aquí lo han hecho", en ambas conquistas, pagando en las radas y fortalezas de cristianos, derechos iguales a los que percibiesen los moros, "en los lugares y fortalezas que ellos agora posehen, en aquella costa". De construir castillo, "o la tal fortaleza o lugar nuevo se poblase", las tasas no rebasarían a las impuestas por el Xarife, en el puerto "a el más cercano y comarcano", pudiendo cargar los vasallos de las dos coronas, oro, plata, caballos, mantenimientos, armas y pólvora, en Indias y las plazas comarcas de Allende, completando el acuerdo demanda del Católico, sin relación con las conquistas, pero sí con Enrique de Guzmán. No soportando la estirpe que enemigo del rey, encontrase acomodo en el mundo, Manuel I contribuiría a la seguridad de la monarquía castellana, negando asilo a los que huyesen del reino, por razones políticas. Manuel I aceptó, absteniéndose de pedir reciprocidad, prometiendo los firmantes no solicitar relajación del juramento al Santo Padre, a más de aceptar multa de 100.000 doblas castellanas de la banda, de ir contra el Tratado, que entraría en vigor pasados 90 días[26]. Ratificado el 14 de noviembre de 1509[27], cerró la serie de acuerdos en torno a unas "costas de Africa", que fueron las de América.

El 7 de marzo de 1510, Manuel I se dirigió a su colega. Molesto por las incursiones de Lugo, le recordó que Tagaoz estaba "na terra da nosa conquista e que nos pertemçer, segumdo creemos que temdes sabido". Habiendo enviado caballero de su casa, buen conocedor de los moros, para "con ellos tomar asiento", quiso que el "gobernador das Canarias" fuese advertido, evitando que arremetiese contra el factor, su mujer e hijos, dando lugar a incidente, innecesario y escabroso[28]. El tal debió llamarse Joâo López de Sequeiras. Desembarcado en Tagaoz, los de Meça le recibieron con satisfacción, celebrado el anuncio de que 50 caballeros portugueses, "estarán en la casa que tenéis en nuestro país, para asegurarnos respeto y consideración, de quien obtendremos gloria cerca de nuestras tribus". Reemplazando la real carta "a vuestra alteza junto a nosotros", atendieron a los poderes que traía Sequeiras, firmados "por vos", permitiéndole hacer fortaleza. Al oponerse los judíos y otros "habitantes del país", los de Meça

les convencieron recurriendo "a los jarros de vino", argumento eficaz en todo tiempo y latitud. Pero los musulmanes de Heksima y los árabes, no se dejaron engañar: la hostilidad "reinó entre nosotros", padeciendo los amigos de Sequeiras, "incursiones" "y roban nuestros niños"[29], por considerarlos traidores..

Ignorando el tratado de Cintra, los canarios continuaron capturando naturales. En marzo de 1510, el pequeño de los Lugo compró 70 quintales de bizcocho, en 28.000 maravedís de oro de Tenerife, con vistas a viaje prolongado, pues el pago se haría en el día de Santa María de agosto, "so pena del doblo" y bajo curioso juramento: "me obligo como al diablo, debdo principal". Pedro, que puso el piloto, arrendó la carabela La Trinidad, en 12.000 maravedís mensuales. Con cuatro marineros y maestre - propietario, irían "a saltear tierra de moros", empezando a correr el sueldo, al regreso del barco de Gran Canaria, donde tenía viaje concertado[30]. En mayo y para la misma armada, Lugo tomó la Santiago, "que Dios salve e guarde", propia de Diego López. La daría "bien amarinada e aparejada de avante y atrás", con lo necesario a "navío, que tal viaje ha de facer". Fijada la partida el 20 del mismo mes, del puerto de Santa Cruz, "tiempo haziendo e tiempo no perdiendo", cargaría caballerías, mercancías, vituallas, "a vos e a las personas que vos quisiérdes". En "la Berbería e tierra de moros", entraría en los puertos que ordenase el arrendatario. "Guardando Dios la dicha mi caravela de mar e viento e tiempo forçado e corsarios enemigos de nuestra santa fe.., fasta venir a esta isla de Tenerife", cobraría en San Cristóbal, quince días después de ancorar, en trigo limpio, seco y enjuto, "a dineros de contado" y al precio corriente, con licencia de exportación adjunta, libre de averías y derechos[31].

De regreso en julio, Lugo arrendó la San Blas, "que Dios salve", "fasta que con la buena ventura, bolvamos de la dicha armada, al dicho Puerto de Santa Cruz", en 12.000 maravedís. En otoño se asoció con Juan Benítez, alguacil mayor de la isla, Jerónimo de Valdés y el mercader Tomás Justiniano, que representaba a Diego de Mesa y García Páez, para tomar carabela. Relativa la seriedad del portugués Jorge Vahez, hubo de firmar que no les quitaría el barco, antes de terminar el viaje, aunque le ofreciesen más de lo pactado, cobrando cinco días después la arribada[32]

. Conviene recordar que en 1510 Nicuesa pobló en Veragua, a medias con Juan de la Cosa, muerto en Cartagena, a manos de indios[33]. La campaña judicial contra Alonso Fernández de Lugo, se recrudeció al año siguiente. Hundido en la indefensión, las deudas y el miedo al real disfavor, falleció en torno a 1513. Olvidado, sus herederos hicieron brillante carrera en unas Indias, que algunos siguieron llamando Canarias.

[1]Bernáldez cap. CCXXIX/CCXXX.

[2]Había dos Cazazas en la misma costa. La primera "Cassasa", de Túnez y la inmediata a Melilla o "Casasa". (BDMS. 2926. "Prima parte dello Spechio del Mare", en el que se describen todos los puertos, etc., del Mediterráneo. Aut. Francesco María Levanto. Imp. Gerolamo Marino y Benedetto Celle, en Génova, año 1664).

[3]Habitual la conexión de los reinos "moros" con América, hubo un Reino de Nueva Granada, en tierra de panches. Y un Tremecén, que tomaron los turcos. Es probable que

una de sus partes fuese el reino de Vélez. Aparece el oeste de Maracaibo, donde debió estar Santa Cruz de la Mar Pequeña.

[4]Bernáldez cap. CCXV.

[5]R.A. doc. LXXVII.

[6]Ibídem.

[7]Ibídem.

[8]R.A. doc. LXXVIII.

[9]R.A. doc. LXXIX.

[10]R.A. doc. LXXX.

[11]R.A. doc. LXXXII.

[12]R.A. doc. LXXXII/LXXXIII.

[13]R.A. doc. LXXXIV.

[14]R.A. doc. LXXXIV. Prueba el carácter hereditario de las fijaciones de la real estirpe hispana, que en el tratado de paz, firmado en el siglo XVII, tras recuperar Portugal su independencia, Olivenza quedase en la Extremadura española.

[15]R.A. doc. LXXXV.

[16]R.A. doc. LXXXVII.

[17]R.A. doc. LXXXVII. Se habla de una capitulación, no de dos. De haberlas firmado diferentes, en un mismo día, se hubiesen mencionado, para evitar confusiones.

[18]R.A. doc. LXXXVII.

[19]R.A. doc. XCI.

[20]Es de notar la obstinación de Romeu de Armas, en traducir San Cristóbal por La Laguna, nombre que se dio a la capital tinerfeña, por haberla en su entorno. En las inmediaciones de La Laguna actual, no hay huella de tal accidente. Había una Laguna al oeste del Lago Maracaibo.

[21]R.A. doc. LXXXVIII/LXXXIX.

[22]R.A. doc. XC.

[23]Refiriéndose a la Mina, Juan Castellanos nos dice: "a lo que hoy llaman Río de Oro", indicando cambio de posición del topónimo.

[24]R.A. doc. XCI.

[25]R.A. doc. XCI.

[26]R.A. doc. LXXXVII.

[27]R.A. doc. XCI.

[28]R.A. doc. XCIV 7.3.1510.

[29]R.A. doc. XCVIII. Fechada a 6 de julio de 1510, se dirigió a Manuel I.

[30]R.A. doc. XCV/XCVI. El fiador de Lugo llevaba apellido, que sería ilustre en las Américas: Diego de San Martín

[31]R.A. doc. XCVII.

[32]R.A. doc. XCIX.

[33]P.C. T. III. T. IV.

La administración portuguesa

Firmado el tratado de Cintra, Manuel I se dispuso a rentabilizar el Cabo de Guee o Aguer, instalando factoría. Aprovechando estancia en Lisboa de Estavaô de Vaaz, factor en el Safi, recabó información, recibiendo extenso memorial, de 27 de febrero de 1510. Tenía Vaaz

barco en Flandes, con carga de pimienta molida, valorada en un millón de reis. Se invertiría en

adquirir paños para el Safi, cubriendo la demanda de un año, que "no sería poca". Hubiese preferido comprarlos en Flandes, por tener precio fijo, pero moros y alárabes los querían de Inglaterra, donde era variable. Exigente la clientela, rechazaba los que no tenían la "fineza" y color de su gusto. Preferido el azul oscuro, seguían el verde y el rojo, gozando el amarillo de aceptación moderada. "Anseses" y buenas "antonas", se vendían ente 18 y 20 meticales - oro, reportando la pieza, incluidos fletes y riesgos, un beneficio 3.290 reis, aunque se vendiese a 16 meticales. En la "peçeta", a metical y medio o dos, se ganaban 300 reis, teniendo mejor salida los paños redondos. Para el consumo de un año en el Cabo, el factor aconsejó adquirir 100 piezas de antonas y 2.000 peçetas de las mejores, pues se competía con la importación de "Callez"[1] y otros lugares de Castilla, que recibían "mucha mercancía de Inglaterra", vendiendo de contrabando en Berbería[2].

Carta de Ignacio Martines, mercader residente en Taludamte, informó al factor de disturbios en Fez. Habiendo nombrado el Xarife justicia mayor, a su primogénito, por ser cargo incompatible con la corona del Sus, que quería para un hijo menor, con 16 años, el mayor arrastró con la gente de guerra, dejando Fez desamparada y sin control. Castellanos y franceses aprovecharon el vacío de poder, para instalar factorías en el cabo de Aguer o "Guee", "muy llenas de mercadurías". Moderada la actividad de los franceses, los españoles tenía "gran trato", exportando los Pardos de Burgos, cada año, 600.000 cruzados en azúcar. Cercanas sus factorías a la portuguesa, sin más protección que 10 o 12 moros, Vaaz aconsejó a Manuel I ocuparlas, consiguiendo un "trato" en Berbería, superior al del Xarife[3]. Al no acceder el rey, creció el contrabando. Urca con pasaporte del Emperador, apareció en el Cabo. Consignada carga de paños, desembarcó estaño para bombardas, trocándolo por azúcar. Nao francesa sacaba especiería, clavo y otros géneros, monopolizados por la corona. Le siguieron la pista, llegando a Lopo Martines, residente en Tavira, criado de Duarte Alvarez, mercader de Lisboa, que despachaba a Francia una carabela al mes, con azúcar, especies y otros géneros de Berbería. Para mayor vergüenza, vendió barco de armada portugués con su carga, capturado por los corsarios del capitán Barbote d'Alcunha, bretón de la Rochella. Profesional, hizo cortar la cabeza a los tripulantes, respetando a nieto del maestre Rodrigo. Lo llevó a Francia, por ser niño[4].

Entretanto, los vecinos de Meça padecían a Sequeiras. Habiendo sellado "las plumas...

por escrito", la amistad de los "habitantes" del reino de Messa con el "rey de dos continentes y de los climas de las Indias"[5], se renovó el vasallaje, dado en 1497, quedando la tierra "bajo la protección de Dios y bajo la vuestra". Expulsado Fernández de Lugo y recibido el factor, obedeciendo al rey, esperaban buena administración y mejor justicia, pero amparado en su torre se dedicó a la trata, a expensas de sus administrados. Quejosos mandaron embajada a Lisboa, encabezada por el jeque Ba'Azzi. Expuso ante Manuel I, que por su real prestigio, debía meter en cintura al subalterno, porque habiéndose puesto voluntariamente en manos de cristianos, sus vasallos eran el hazmerreír de los musulmanes, al verles reducidos a esclavitud, sin tener de qué "enorgullecernos". Respondió el monarca con carta contundente, dirigida a Sequeiras. De regreso en Meça, el Xeque transmitió su contenido al factor. Replicó mandando cuadrilla de árabes, a robar esclavo negro en el campo, que metió en la torre. Con ayuda del portugués Joâo Rodríguez, que vivía entre los naturales, escribieron a Sequeiras "en escritura de cristiano". La respuesta no pudo ser más desabrida. Tras jurar por Dios que no les daría el negro, aunque lo

pagasen, lo facturó a Madeira, para que no pudiesen recuperarlo.

Los del Cabo se dirigieron nuevamente al rey, dando cuenta del suceso. Al no haber respuesta, Sequeiras se envalentonó. Yendo el judío Ben Zamirun, hombre respetado en el país, al territorio de los Beni Tamer "para sus negocios", en compañía de cierto musulmán, le hizo raptar, quedando el moro sobre el terreno, porque intentó defenderse. Encerrado el judío en la fortaleza, el factor pidió rescate. Creyéndose en un estado de derecho, los de Meça formaron delegación de 10 caballeros. Marchando al frente el xeque Ba'Azzi, con el estandarte real y el "dahír" o carta de Manuel I, se encaminaron a la torre. Recibidos en el interior, tras escuchar la lectura de la real misiva, Sequeiras hizo traer a Ben Zamirun. Declarando nulo el vasallaje, que a su tiempo dio a Manuel I, le obligó a renovarlo, antes de iniciar conversaciones. Enunciaron los delegados argumentos legales, que hacían al secuestrado acreedor a la libertad, respondiendo el factor que siendo suya la tierra y la torre, pues las ganó "con su brazo y con su dinero", "este judío no saldrá y no obtendréis nada de nosotros.., aunque el rey viniese en persona con vosotros", porque no tenía "autoridad ni medio de acción"[6].

Los moros clavaron el "dahir" "en un lado de la casa", acampando en las inmediaciones, estandarte al viento, a la espera de que el factor reflexionase. Pasados tres días, "viendo la causa perdida nos hemos vuelto, sin haber obtenido nada". Ben Zamirun se rescató "por 30 meticales y dos grandes volúmenes, de los libros de los judíos", corriendo "entre los mercaderes genoveses, que están en el país y entre los musulmanes.., que el rey no tiene poder ni autoridad sobre la casa y que ésta pertenecía a los que eran rebeldes". Sinceramente despechados, los vasallos añadieron: "nuestro odio y nuestra vergüenza en este asunto de judíos, se han visto aumentados", haciendo notar su fidelidad, pues no habiendo cristiano que se ocupase "de nosotros y hablara con nosotros.., no nos hemos separado de vos". Conocido que la más firme de las lealtades se desvanece, si tropieza con deslealtad, añadieron: "estos son procesos vejatorios por parte de vuestra gente. ¿Cúal sería nuestra situación con otros?". De no poner coto a Sequeiras, "nuestro hermano Ba'Azzi" devolvería al rey estandarte, carta y las llaves de la casa, "que vos poseéis en nuestro país", por no querer señor, incapaz de cumplir sus promesas, representado por factor, que amenazaba "con apoderarse de Ba'Azzi o de Hammu ben Barka o de algunos niños"[7].

Sancho de Vargas, castellano residente en Canarias, llevó a Lisboa una segunda carta, no menos dolida: "con vuestro escrito y en vuestro estandarte que hemos escogido, nos creíamos seguros de todo acto de hostilidad". Pero los que en otro tiempo circularon por la tierra, "libres de todo temor", desde que se hicieron vasallos de Portugal vivían hostigados, incluso por las "tribus aliadas", no atreviéndose a "lanzarse a la mar", por haber sufrido desagradables experiencias: "algunos de los nuestros.., viniendo de Safi" en la barca de Diego de Mouta, fueron despojados por castellanos. Acudieron a Abd al Rahamân, caudillo musulmán que estaba en la ciudad. Recuperó la presa, reservándose una parte por el servicio, dando otra al barquero, en pago de flete y daños y la tercera a los mercaderes. Ricos y profesionales, repusieron la carga, en la esperanza de resarcirse. Regresando a Meça en dos barcos del mismo Mouta, fueron asaltados por otros castellanos: "nos hemos convertido en objeto de burla en el país de los musulmanes. Estas gentes, dicen, pretendían estar bajo la protección del cristiano...

y han llegado a ser lo que veis: ya no tienen sus bienes ni su religión"[8].

Murieron Abd al Rahaman y Diego de Mouta, sin que llegase respuesta. Cada día más molestos, los de Meça se dirigieron otra vez a Manuel I. Recordaron que le dieron vasallaje, "por Dios y por justicia", aceptando "su noble estandarte" en lo particular y lo público, porque les ofreció amparo para poder comerciar, "en el país que quisieran"[9]. Pero no podían salir de su término, donde soportaban vejaciones y calumnias de Joâo Lopes: "dicen que estas cosas son babeadas por un perro que nos amenaza, nos gobierna y relata cosas de nosotros, de las que el sí sería capaz". Sospechando que había connivencia entre el rey y su factor, lanzaron ultimátum: si Manuel I deseaba conservarlos por vasallos, tendría que cumplir. Y "si los rechazaba ¡alabado sea Dios!, separémonos sin mal", quedando el monarca libre de vender la casa de Agadir o darla a quien mejor le pareciese, pues es "vuestro bien y vuestra propiedad...

Buscaremos lo que necesitamos en quien tenga fuerza y poder, ya sea judío u otro cualquiera". Pero al ser diplomáticos, matizaron a renglón seguido: lo dicho "nos ha sido sugerido por la cólera y porque tenemos el corazón roído, a causa de lo que nos ha ocurrido a nosotros, que estábamos orgullosos de estar a vuestro servicio". Recordaron que un rey "se debe estrictamente a sus promesas", pues de no cumplirlas, los vasallos buscarían mejor señor. Y añadieron coletilla: "no os fiéis del judío que nos ha humillado y que ha usurpado vuestra autoridad". Fechada la misiva a 6 de julio de 1510, la llevó Ba'Azzi, con licencia y pasaje, facilitado por Nuño de Freitas, factor en el Safi, embarcando "en el navío de otro servidor vuestro"[10].

Presentes intrusos con posibles, en las inmediaciones de Aguer, Manuel I comprendió que urgía sacar a Sequeiras. Civilizado, acudió al trato, comprando torre y tierra en 5.000 cruzados, pagaderos en dos plazos: el primero de 3.000 cruzados en azúcar, a la firma del contrato, el segundo de 2.000, en pimienta, cumplido el año. Destinada la suma a la restitución de la dote de Beatriz, mujer de Sequeiras, pues la invirtió en Santa Cruz, el marido recibió, a título de tenencias, renta de 100.000 reis anuales, a percibir desde primero de enero y dos vidas, siendo libre de legarla al hijo o hija, que designase en testamento. La pólvora y artillería de la torre, fue valorada en 347.000 reis, que pagó el rey, corriendo la corona con los impuestos, generados por la operación. El 12 de noviembre de 1512, el factor, alcaide - propietario de Santa Cruz del Cabo de Guee, con su mujer, traspasó a Manuel I lo alto y lo bajo de la fortaleza, pertenencias y tratos, con exclusión de las "alcaiçerías" de Santa Cruz. Se las reservó el vendedor como bien transmisible, por línea directa, masculina y de primogenitura, con prohibición de ampliarlas.[11].

Despedido el desalmado, la corona se desinteresó de Arguím, centrándose en el Cabo. Los nuevos factores llegaron a 10 de diciembre de 1513, encontrando el puerto de "mala desembarcanza neste tempo". Les recibió el capitán Jam Ferreira. Estaba en la fortaleza desde mayo, con 10 espingarderos y personal civil, sin ver paga desde hacía siete meses. Saldada la deuda, quedaron en caja 180.000 reis y dos arcas de plata. Al no producirla la región, trocarla por oro, generaba un beneficio del 14%. Suspendido el "trato", a causa de las maneras de Sequeiras, en los almacenes quedaba algo de plata y "bordates", en regular estado. El del edificio era lamentable. En plena temporada de lluvias, el agua entraba en toda las salas. Para preservar las pipas de harina y pólvora, se metieron en rincones resguardados de la iglesia, que "tamben chove como na rua". Sin tejas para tapar las goteras, las pidieron de urgencia a Portugal, aconsejando mandarlas en chalupas de los pescadores, que frecuentaban el Cabo de

Aguer, ahorrando tiempo y dinero. A cuatro palmos la obra de chapar y contrachapar la "cava", por la parte del muro, que batía la mar, no se podían subir los seis y medio previstos, por falta de andamios, pues los operarios no se atrevían a utilizar los que había. Agotada la madera labrada, sin herramientas ni personal para prepararla, la pidieron a la metrópoli, reclamando oficiales que supiesen cocer cal. Con piedra sobrada y "muy buena", no la tenían, porque al no usarla los naturales, no sabían hacerla. Demasiado pequeña la fortaleza para guardar las mercancías, que exigía el trato previsto, se habría de reconstruir casa ruinosa, adosada el muro, como almacén auxiliar, a más de hacer viviendas, pues los oficiales carecían de albergue[12].

El factor repasó el personal: el cristiano "nuevo" encargado de los rescates, era un incapaz y el portero un irascible, que trataba con altivez a los moros, despidiendo clientes. Requiriendo el cargo individuo "sofrido" y paciente, habría que reemplazarle, junto con los inútiles notorios, que completaban el elenco, siendo indispensable subir los salarios, pues mientras se pagasen de miseria, no se encontraría hombre capaz. Compró Ferreira batel, para abastecer a la casa de pescado, pero faltaba pescador. Al no querer servir los vecinos, pues pescaban "a la puerta" de sus casas, lo tendrían que mandar de Portugal. Indispensables caballos, para acarrear leña, habría de adquirir media docena[13]. Enumeradas las carencias, Rodrígues describió Santa Cruz como factoría prometedora. Apenas corrió noticia de su llegada, acudieron "cabezas" de la cabila de Cacima. Amigos de Ferreira y de la casa, se ofrecieron a traer "mantenimientos" y hacer caminos, a cambio de salario y subvención regular, para mantener caballos y contratar espingarderos, por si el Xarife tomaba a mal su relación con cristianos. Querían además regalo de vestidos, para cinco o seis moros "principales". Prometieron divulgar la novedad del cambio de factor, por todas las cabilas, hicieron algunas compras, más por educación que por deseo, dejaron provisión de leña y pidieron entregar en la factoría algunos de sus hijos, a título de rehenes, prueba de buena voluntad que rechazó Rodrígues, por no alimentarlos, arriesgándose a ofender a unos señores, que consideraban promoción social, tener vástago alojado en la fortaleza[14].

Cuando se retiraron a comer, Ferreira aconsejó a los factores dar esperanzas a los padres, pues era gente susceptible, que al menor recelo dejaba de aportar vituallas. A la puesta del sol apareció un tal Meyman, padre de dos muchachos que se llevó Sequeiras, en garantía de préstamo de 50 onzas. El factor aconsejó a Manuel I rescatarlos, aunque fuese a fondo perdido, pues teniendo el padre ascendiente en la región, rentabilizaría su agradecimiento. Importante la oferta de oro, las arcas de plata se vaciaron en días, siendo desviada a los rescates, la destinada a las pagas. Cargado el producto en carabela, con destino a Portugal, Rodrigues pidió 150.000 reis de urgencia[15], paños y plata, para poder continuar el negocio, pues teniendo los moros por costumbre presentarse graneados, el almacén debía estar provisto, para que la clientela no saliese chasqueada, pues irían en busca de dos mercaderes de Cádiz, establecidos en Tamaraque y Taludamte desde 1510, que reponían existencias en Calez, rescatando una media anual de 2.000 meticales de oro, con "cantidad" de cera y corambre[16]. Con la instructiva misiva se mandó muestra de cobre. Sin atender al Xarife, que prohibió la exportación, los naturales ofrecían servirlo a 5 meticales quintal, de 100 libras castellanas[17].

Carta fechada en Lisboa, a 14 de abril de 1514, fue recibida en Santa Cruz el 9 de mayo, indicando que con buen tiempo, estaba a 25 días de Portugal. La contestó Alfonso Rodrígues, el

4 Junio, acusando recibo de 2.000 piezas de "bordates" y 100 "quoartylhas", oportunas pues se había terminado el género. Desde su llegada, el factor no dejó de comer un solo día, a las dos de la tarde, con visitantes "moros" y judíos. Trocadas las mercancías que entregó Juan Ferreira, se metieron en la carabela, "que algunas veces viene de la Mina", 2.600 meticales de oro de "toda sorte", 640 arrobas de cera y algo de corambre, lamentando el factor que la "ropa" hubiese llegado "rota": "con todo creo que no durará nada, según se gasta", pero convenía ofrecerla "buena", pues mientras persistiese el contrabando, el monopolio de Manuel I era pura ficción. La propia carabela que trajo los paños, encontró dos o tres navíos cargados de "ropa", que se dirigían Taracuquo. No habiendo bombarda gruesa ni tiros de metal en la plaza, pues los "de coronahas", que dejó Sequeiras, estaban embarcados en barcos del rey, la carabela Santa Cruz quedó tan mal armada, que de no insistir Ferreira, no hubiese salido en busca de los mercaderes. Encontraron el barco de Francisco de Minho, vecino de Calez, descargando en Taracuquo, pero no pudieron atraparle. Expuesto el fracaso, Rodrigues pidió carabela de armada, para cerrar el puerto musulmán, acabando con la competencia[18].

Días más tarde moro de Taracuquo, trajo aviso de navío de arribada, "muy cargado de ropa". Le esperó la Santa Cruz, disfrazada de pesquero. El mercader se acercó confiado. Los portugueses le mandaron amainar, obedeciendo al ver batel, con gente preparada al abordaje y "un tiro de fuego.., para tirarles". Capturados los intrusos, resultaron ser genoveses con intención de instalarse entre moros. Habían comprado la carabela a compatriota, para ir y venir a Calez, en busca de genero. Decomisada la carga, pasó a los almacenes de la fortaleza, insistiendo el factor en que tener corsarios residentes, tan cerca de Santa Cruz, devaluaba la factoría, pues no era posible competir, con quien vendía libre de impuestos. Rodrígues recordó por enésima vez, a Manuel I, que al ser escasos los ríos y abras practicables, bastaría una buena carabela de armada, para controlar toda la costa. Con tenerla y abastecer Santa Cruz regularmente, sería puerto provechoso, con villa aceptable[19].

Volviendo a la realidad, lamentó que no hubiese llegado dinero ni plata para pagas, obras y trueques, estando en deuda con el capitán Ferreira, que prestó para continuar los trabajos, por no fiar los naturales, material ni trabajo, amenazando la falta de leña, al haber advertido que de no pagarles los atrasos, dejarían de servirla. Arduo el problema, el factor señaló que de no haber mandado a Lisboa el procedido de los rescates, tendría fondos, así como la desgracia de que tres esclavas, estantes en la factoría, careciesen de parientes, dispuestos a rescatarlas. Pidió permiso para venderlas, más por ahorrarse tres bocas, que por el precio. Urgente la presencia de pescador, por ser caro el pescado, lo era la de operarios y materiales, estando parado el muro y el puente de vigas, sin que se hubiese puesto una piedra, en las viviendas del personal. En cuando a los vecinos del poblado, que creció en torno a la fortaleza, los más era personas "muy poco necesarias"[20], que convendría repatriar cuanto antes.

En pleno desarrollo el "negocio con los moros", se contrató encargado de mantenimientos y almacenes, alquilando un segundo bodegón y las casas de la alcaicería, para "agasajar" a los mercaderes moros y judíos, que comían y cenaban con los factores, pues para conservar su fidelidad, mitigando la decepción de no encontrar lo que buscaban, era imprescindible invitarlos. Interesantes las pieles, con buena salida en Europa, consiguió rescatar algunas, pero quienes las llevaron, quisieron recuperarlas. Cicateros los sueldos que daba Manuel I, la

mercancía era demasiado preciosa, para quien no estaba "con ellos en deferencia". Rodrígues las retuvo, exigiendo que las rescatasen a su vez. Y aconsejó al rey generosidad, si quería que las trajesen[21]

. Prohibido a los musulmanes vender grano a cristianos, el Xarife aceptó servirlo a las plazas del rey de Portugal, a cambio de 50 onzas anuales, en concepto de subsidio o parias. No las pagó Manuel I, corriendo entre musulmanes que los portugueses, "por un lado lo prometen y por otro lo niegan", política deleznable, en opinión de Rodrígues, pues "los moros quieren que siempre les hablen verdad", siendo "hombres que llevan cuenta de las mentiras". Dependiente la plaza de lo que aportaban al mercado a diario, si desertaban, la guarnición y los residentes en el enclave, habrían de elegir entre abandonar o morir por inanición, temor doblado estando a la espera del "almançor do Xarife", apoderado por Mahamete para solventar el problema. Escasos de reservas Santa Cruz, Manoel Jorge, factor en Meça, se presentó buscando trigo para darlo a los moros, a cambio de tranquilidad, quedado grano para quince días en Safi, enclave primordial para "tener abierto este camino". Y conservar el resto[22].

[1]Según Fernández de Oviedo, Caliz o Calez era una isla o tierra. Estaba entre Porto Santo, que terminaba en la boca de Cabo Verde del Huyapari u Orinoco de la Trinidad y la provincia de Cumana, donde se situaba una "Nueva Cádiz".

[2]R.A. doc. XCIII.

[3]R.A. doc. C.

[4]Ibídem.

[5]En otra parte: "de los dos continentes, así como de los climas y de las regiones que Dios ha colocado bajo su dominio".

[6]R.A. doc. XCVIII.

[7]R.A. doc. XCVIII. Carta a Manuel I. 6 de julio de 1510.

[8]R.A. doc. XCVIII.

[9]Ibídem.

[10]Ibídem.

[11]R.A. doc. CVII.

[12]R.A. doc. CVIII/CIX.

[13]R.A. doc. CVIII/CIX.

[14]R.A. doc. CVIII.

[15]Ibídem.

[16]R.A. doc. CVIII/CIX.

[17]R.A. doc. CIX.

[18]Ibídem.

[19]R.A. doc. CIX.

[20]Ibídem.

[21]Ibídem.

[22]R.A. doc. CIX.

El pleito de los Colones

Prometieron los Católicos a Colón y sus descendientes, la diezma de cuanto tocase a su corona, en la tierra que el Almirante descubriese "por su industria". Y quedó asentado en los libros de la fundición de Santo Domingo. Alonso Rodríguez de la Calva, que estuvo "en

las perlas", entregó "cantidad" para que le retirasen el quinto, viendo hacer 9 o 10 partes, la una para Diego Colón[1], participación que no tardó en serle negada, quedando circunscrita a las rentas de San Juan, Santo Domingo, Cuba y Jamaica. Disconforme el afectado, la exigió en toda la Tierra Firme[2], interponiendo inocentemente demanda contra la corona. Obvio que los jueces sentenciaban al dictado del rey, hubiese tenido el contencioso corta vida y quizá el contendiente, de no comprender Fernando V y por extensión el nieto, que los testigos, debidamente aleccionados, a más de no traer complicaciones, aportarían el material necesario, para construir la "verdadera historia" del descubridor y su descubrimiento.

Iniciada la causa en 1511, partiendo del principio de que el término "descubrir", significaba "hallar lo ignorado", según convenía a las coronas de Castilla y Portugal, al insinuar Diego que su padre consiguió, para los Católicos, una tierra a la que tenían dudoso derecho, entró en terreno resbaladizo. Prudente acudir a los herederos de Martín Alonso Pinzón, se les hizo concebir la esperanza de adquirir prebendas, si probaban que el padre llegó primero. Así se consiguió, entre contradicciones, mentiras e indiscreciones, borrar el pasado precolombino, haciendo de América continente de nueva creación. Considerando lo innominado inexistente, los oidores no quisieron saber de topónimos, anteriores al "descubrimiento", ni la causa de la sustitución. Se limitaron a preguntar si "los nombres los puso Colón". Al responder los testigos que así era, concluyeron que antes de 1492, no hubo "tierra por aquellas partes", al menos para los europeos. Sumando las elucubraciones de los doctos, al testimonio de los indoctos, se construyó sólida barrera psicológico - ideológica, consiguiendo que generaciones sucesivas aceptasen el absurdo, como paradigma incontrovertible, situado más allá de análisis y la lógica.

Las licencias para rescatar en Guinea y la Mina de Oro, extendidas por Rodríguez Lillo, las que otorgaron Alfonso V de Portugal y Enrique el Navegante, para ir a descubrir, fueron precedente de las concedidas por Juan de Fonseca. Perdidos los libros y despachos del Obispo, expurgados los archivos, incluso privados, se borraron las pruebas, contribuyendo al olvido voluntario, el estar mal visto que alguien pisase las Indias, antes de hacerlo Colón. Recientes los hechos, ciertos declarantes se refugian en la pirueta verbal, para soslayar el perjurio, como Gonzalo Alonso, que alude al padre: hombre "antiguo" e instruido, "alcanzaba mucho en la vía de Noruega, que es donde agora estamos"[3], Alonso Texero "nunca oyó que alguien hubiese descubierto antes" que Colón, corroborándolo Rodrigo Álvarez: no supo "que nadie descubriese en las partes del mar Océano tierra ninguna, hasta quel dicho almirante lo descubrió". Al ser el castellano de naturaleza sumisa a la voz del poder, los más repitieron lo que quiso escuchar. Frey Rodrigo, que no estuvo en Indias, "cree que si Colón no hubiese descubierto, nadie sería osado de descubrir", frase acuñada, quizá por sugerida, pues se repite machaconamente y hasta se mejora: "es notorio que en nuestro tiempo no habría pasado ni descubierto estas partes persona alguna, hasta que Colón las descubrió". Olvidando orgullo y petulancia, cuasi racial, los castellanos celebran la superioridad de un extranjero: "si Colon no descubriera, nadie hubiese osado descubrir"; "si el dicho Almirante no descubriera las Indias.., estuvieran fasta oy por hallar, según que lo estavan antes de ser descubiertas", "sí Colón no se atreviera a descubrir las islas, otro no se atrevería a hacerlo"[4].

Juan Ferrón da en el ridículo: "si Dios y Colón no descubrieran lo que han descubierto, ninguno hubiera descubierto. Y cree que todos iban por las cartas del almirante". Introducido el