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sobre tu cuello blanco, que tiene luz de luna.

(Fuera comienza a llover y se levanta el viento. Mariana hace señas a Pedro de que calle.)

Escena VI

Clavela: (Entrando.)

Señora... Me parece que han llamado.

(Pedro y Mariana adoptan actitudes indiferentes. Dirigiéndose a don Pedro.)

Don Pedro!

Pedro: (Sereno.)

Dios te guarde!

Mariana:

Tú sabes quién vendrá?

Clavela:

Sí, señora; lo sé.

Mariana:

La seña?

Clavela:

No la olvido.

Mariana:

Antes de abrir, que mires por la mirilla grande.

Clavela:

Así lo haré, señora.

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Mariana:

No enciendas luz ninguna, pero ten en el patio

un velón prevenido,

y cierra la ventana del jardín.

Clavela: (Marchándose.)

En seguida.

Mariana:

Cuántos vendrán?

Pedro:

Muy pocos.

Pero los que interesan.

Mariana:

Noticias?

Pedro:

Las habrá

dentro de unos instantes.

Si, al fin, hemos de alzarnos, decidiremos.

Mariana:

Calla!

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(Hace ademán a don Pedro de que se calle, y queda escuchando. Fuera se oye la lluvia y el viento.)

Ya están aquí!

Pedro: (Mirando el reloj.)

Puntuales,

como buenos patriotas.

Son gente decidida!

Mariana:

Dios nos ayude a todos!

Pedro:

Ayudará!

Mariana:

Debiera,

si mirase a este mundo!

(Mariana, corriendo, avanza hasta la puerta y levanta la gran cortina del fondo.)

Adelante, señores!

Escena VII

Entran tres caballeros con amplias capas grises; uno de ellos lleva patillas, Mariana y don Pedro los reciben amablemente. Los caballeros dan la mano a Mariana y a don Pedro.

Mariana: (Dando la mano al conspirador 1.)

Ay, qué manos tan frías!

Conspirador 1: (Franco.)

Hace un frío

que corta! Y me he olvidado de los guantes;

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pero aquí se está bien.

Mariana:

Llueve de veras!

Conspirador 3: (Decidido.)

El Zacatín estaba intransitable.

(Se quitan las capas, que sacuden de lluvia.)

Conspirador 2: (Melancólico.)

La lluvia, como un sauce de cristal, sobre las casas de Granada cae.

Conspirador 3:

Y el Darro viene lleno de agua turbia.

Mariana:

Les vieron?

Conspirador 2: (Melancólico. Habla poco y pausadamente.)

No! Vinimos separados

hasta la entrada de esta oscura calle.

Conspirador 1:

Habrá noticias para decidir?

Pedro:

Llegaran esta noche, Dios mediante.

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Mariana:

Hablen bajo.

Conspirador 1: (Sonriendo.)

Por qué, doña Mariana?

Toda la gente duerme en este instante.

Pedro:

Creo que estamos seguros.

Conspirador 3:

No lo afirmes;

Pedrosa no ha cesado de espiarme, y aunque yo lo despisto sagazmente, continúa en acecho, y algo sabe,

(Unos se sientan y otros quedan de pie, componiendo una bella estampa.)

Mariana:

Ayer estuvo aquí.

(Los caballeros hacen un gesto de extrañeza.)

Como es mi amigo

no quise, porque no debía, negarme! Hizo un elogio de nuestra ciudad; pero mientras hablaba, tan amable, me miraba..., no sé..., como sabiendo!,

(Subrayando.)

de una manera penetrante.

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En una sorda lucha con mis ojos estuvo aquí toda la tarde,

y Pedrosa es capaz... de lo que sea!

Pedro:

No es posible que pueda figurarse...

Mariana:

Yo no estoy muy tranquila, y os lo digo para que andemos con cautela grande. De noche, cuando cierro las ventanas, imagino que empuja los cristales.

Pedro: (Mirando el reloj.)

Ya son las once y diez. El emisario debe estar ya muy cerca de esta calle.

Conspirador 3: (Mirando el reloj.)

Poco debe tardar.

Conspirador 1:

Dios lo permita!

Que me parece un siglo cada instante!

(Entra Clavela con una bandeja de altas copas de cristal tallado y un frasco lleno de vino rojo, que deja sobre un velador. Mariana habla con ella.)

Pedro:

Estarán sobre aviso los amigos.

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Conspirador 1:

Enterados están. No falta nadie. Todo depende de lo que nos digan esta noche.

Pedro:

La situación es grave,

pero excelente si la aprovecharnos.

(Sale Clavela , y Mariana corre la cortina.)

Hay que estudiar hasta el menor detalle, porque el pueblo responde, sin dudar, Andalucía tiene todo el aire

lleno de Libertad. Esta palabra perfuma el corazón de sus ciudades, desde las viejas torres amarillas hasta los troncos de los olivares. Esa costa de Málaga está llena

de gente decidida a levantarse: pescadores del Palo, marineros y caballeros principales.

Nos siguen pueblos como Nerja, Vélez, que aguardan las noticias, anhelantes. Hombres de acantilado y mar abierto, y, por lo tanto, libres como nadie. Algeciras acecha la ocasión,

y en Granada, señores de linaje como vosotros exponen su vida de una manera emocionante.

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Ay, qué impaciencia tengo!

Conspirador 3:

Como todos

los verdaderamente liberales.

Mariana: (Tímida.)

Pero habrá quien os siga?

Pedro: (Convencido.)

Todo el mundo.

Mariana:

A pesar de este miedo?

Pedro: (Seco.)

Sí.

Mariana:

No hay nadie

que vaya a la Alameda del Salón tranquilamente a pasearse,

y el café de la Estrella está desierto.

Pedro: (Entusiasta.)

Mariana, la bandera que bordaste será acatada por el rey Fernando, mal que le pese a Calomarde!

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Conspirador 3:

Cuando ya no le quede otro recurso, se rendirá a las huestes liberales, que aunque se finja desvalido y solo, no cabe duda que él hace y deshace.

Mariana:

No es Fernando un juguete de los suyos?

Conspirador 3:

No tarda mucho?

Pedro: (Inquieto.)

Yo no sé decirte.

Conspirador 3:

Si lo habrán detenido?

Conspirador 1:

No es probable,

Obscuridad y lluvia le protegen, y él está siempre vigilante.

Mariana:

Ahora llega.

Pedro:

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Y al fin sabremos algo.

(Se levantan y se dirigen a la puerta.)

Conspirador 3:

Bien venido, si buenas cartas trae.

Mariana: (Apasionada, a Pedro.)

Pedro, mira por mí. Sé muy prudente,

que me falta muy poco para ahogarme.

Escena VIII

Aparece por la puerta el Conspirador 4. Es un hombre fuerte; campesino rico. Viste el traje popular de la época: sombrero puntiagudo de alas de terciopelo, adornado con borlas de seda; chaqueta con bordados y aplicaduras de paño de todos los colores en los codos, en la bocamanga y en el cuello. El pantalón, de vueltas, sujeto por botones de filigrana, y las polainas, de cuero, abiertas por un costado, dejando ver la pierna. Trae una dulce tristeza varonil. Todos los personajes están de pie cerca de la puerta de entrada. Mariana no oculta su angustia, y mira, ya al recién llegado, ya a don Pedro, con un aire doliente y escrutador.

Conspirador 4:

Caballeros! Doña Mariana!

(Estrecha la mano de Mariana.)

Pedro: (Impaciente.)

Hay noticias?

Conspirador 4:

Tan malas como el tiempo!

Pedro:

Que ha pasado?

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